Un hombre, a la mitad de la calle, veÃa la casa sola. Las ventanas abiertas dejaban salir una parte de las cortinas, bailando al ritmo del viento silencioso y un tanto lúgubre; no habÃa luces encendidas a pesar de que a esta hora James debÃa estar en la cocina, medio dormido aún, tomando el desayuno antes de ir a la escuela.
HacÃa frÃo. Se arropó en su abrigo, bajó la cabeza y avanzó por el jardÃn, hacia la puerta. La penumbra de la mañana no permitÃa distinguir su rostro, oculto entre el sombrero y el cuello levantado de su camisa marrón. Avanzó lentamente, observando detenidamente cada detalle: el buzón con “Sullivan’s” en dorado, el césped recientemente podado, la bicicleta tirada justo afuera de la entrada y con una calcomanÃa en la que alcanzó a distinguir “Spellbook” pintado con un marcador indeleble. Entró a la casa y subió directamente al cuarto principal, de nuevo, estuvo inmóvil durante un tiempo, observando; después pasó a la habitación de James, la computadora aún mostraba el último mensaje de Magician “no estoy en esta ni en ninguna otra red social, no me busques” y de nuevo estuvo largo rato observándolo. La casa seguÃa oscura, las ventanas, aunque abiertas, no dejaban entrar ninguna luz. Las paredes estaban todas envueltas en sombras, pero aquà y allá aparecÃan y desaparecÃan huecos, como ojos que veÃan al hombre frente a la computadora.
El hombre se sentó, escribió algunas palabras con el teclado y vio cómo la sombra cedÃa: las ventanas comenzaron a dejar entrar los rayos de sol que calentaban al mundo de fuera. Era el medio dÃa. Las paredes después, comenzaron a iluminarse. Las fotos colgadas de James y su madre podÃan distinguirse, empolvadas, y  en el escritorio el hombre pudo ver cuadernos y hojas con dibujitos y anotaciones. Arrancó una hoja y salió del cuarto y por donde pasaba, las sombras se retiraban, dando paso al dÃa y a la luz. Se detuvo en la puerta de la casa, que era la última parte en la que quedaba la sombra antinatural que habÃa invadido el lugar; en su superficie se formaron dos huecos, rojos, que parecÃan ojos molestos y enojados. La puerta le habló.
– James, Padre, Sullivan. ¿Qué has hecho?
– No pude salvar a Lily, pero creo que todavÃa puedo salvar a mi hijo.
– ¿Lo crees? Parece que no recuerdas con quien estas hablando, tu hijo no tiene salvación. Tu hijo, es la única forma de que yo regrese al mundo. Y regresaré James, ese fue el trato.
– No sabÃa que Seamus encontró a Odell, todo ha cambiado, no tienes posibilidad de regresar con él de nuestro lado.
-¡Nuestro lado! Eres increÃble, de verdad. ¿Crees que Seamus te perdonará? ¿Crees que tu padre, el viejo loco, correrá a abrazarte cuando te vea? James, ¿crees que tu hijo querrá tu ayuda? No, estás equivocado, mi trabajo ha empezado, tu hijo ya siente la sombra en su corazón. Perdió a su madre y a su mejor amiga, no confÃa en nadie más que no sea su hermana y gracias a tÃ, ella está conmigo.
– Tú sabes lo que Odell es capaz de hacer. El mismo impidió que regresaras cuando la primer llave nació en este mundo, el nieto de Seamus, abuelo del abuelo de mi padre.
– Odell no está en condiciones de ayudar a nadie. Lo sabes también.
– El cree que me consumiste, que yo, su mejor amigo morà con las sombras. Cuando me vea recordará lo que realmente pasó, recordará que lo intentaste, pero que no se puede consumir a un descendiente de Seamus tan fácilmente. Recordará que no era su tiempo aún de proteger a la única llave que podrÃa taerte de regreso y recordará que tú borraste su memoria.
– Creo que después de todos estos años, Odell sigue sin poder sanar milagrosamente. No puede recordar. Aún suponiendo pudiera, recordará también, viejo amigo, que tú te acercaste a mi.