– Pero yo no pretendÃa doblegar la voluntad de ustedes, ¿qué no lo ven? – dijo el mago esforzándose para poder hablar con el dolor que estaba sufriendo -Intentaba hacer todo lo contrario, que lo que ustedes querÃan fuera posible, darle más poder a sus decisiones, ¡empezando con una vida sin mÃ!
– Y la creaste, es muy cierto, pero estás olvidando tus propias palabras, ¿no Mago? – Respondió el mayor al tiempo que esbozaba una sonrisa nuevamente en su rostro casi monocromático, – también nos creaste a nosotros, seres de odio y miedo, o como tú lo dijiste, restos de nosotros mismos, restos enojados y temerosos.
– Y sin valor – agregó el mago lastimeramente – creo que ya encontré mi error.
– Asà es mago, nos creaste para saber que no somos nada, ¿cómo es que esperabas que lo tomáramos a bien?, ¿cómo es que esperabas que aceptáramos que nos creaste como un remedo de lo que fuimos nosotros mismos?, ¿esperabas que por vernos en el cielo felices y completos estarÃamos contentos?, ahà estuvo tu arrogancia mago, y el odio que se desató en nosotros, o al menos en mi, al ver que solo soy un remedo de eso que está allá y que tu hubieras tomado una decisión por mÃ.
– Pero, no fue arrogancia lo que me hizo crearlos.
– ¿Será? – Lo interrumpió con un grito el mayor – ¿no fue arrogancia que llegaras a cambiar toda nuestra vida para que no te odiáramos o te temiéramos?
– ¡Fue un regalo!
– ¿Para quién?, ¿para nosotros? – el mayor levantó la vista y señaló hacia el cielo, donde la versión completa de él estaba asando un par de conejos en medio de la aldea – ¿o para tà al no ser odiado?
– ¡Para ustedes, querÃan ser felices y los quise hacer felices!
– Oh si Mago, nos hiciste felices, pero, ¿a dónde crees que enviaste todo el odio que de otro modo hubiera existido?, lo mandaste aquÃ, lo mandaste a nosotros, ¡es lo único que podemos sentir!, ¿y sabes qué?, el odio es un sentimiento muy fuerte que puede hacer impulsar a hacer cualquier cosa.
– Como romper mi magia.
– Asà es mago.
– Muchas gracias – dijo Seamus mientras levantaba el rostro para ver hacia el cielo, hacia el espejo que mostraba el mundo real.
– ¿Eh?, ¿Qué quieres decir?
– Te estoy dando las gracias.
– ¿Por qué mago? – dijo mientras con su mano apretaba algo de las entrañas del mago – ¿Acaso estás jugando con nosotros?
Seamus gritó un alarido de dolor mientras su cuerpo se retorcÃa en el poco espacio que las sombras que lo tenÃan sujeto le daban para moverse.
– Gracias por explicarme mi error y gracias por ayudarme a resolver este ligero problema, no solo son odio y miedo, son también arrogancia… al igual que yo.
– ¡Calla mago!
El mago cerró los ojos un instante y cuando los abrió una luz verde empezó a surgir de sus ojos, en cuestión de instantes una explosión de luz cubrió el área donde estaban y los arboles del bosque alrededor de la misma empezaron a desvanecerse, las sombras del mayor y de los demás que lo estaban sujetando gritaron como si estuvieran viendo su propia muerte llegar, un alarido de terror se conjuntó entre ellos y soltaron al mago alejándose rápidamente de él, en las mentes de los aldeanos y del mayor imágenes de todo lo que pudieron ser y que no fueron aparecieron incesantemente, entre ellas, sus cientos de posibles muertes.
“¿Qué nos has hecho?” gritó alguno mientras se alejaba mientras otra sombra gritaba “Auxilio”, el mayor por su parte solo dio un par de pasos hacia atrás quedándose viendo fijamente al mago, los ojos rojos de la sombra ya no se encontraban tan encendidos como hace unos segundos sino apenas un ligero color naranja.